Proyectos didácticos

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Proyectos didácticos

Proyectos, porque se trata de la prefiguración de construcciones, no de edificios. Unos proyectos cuya realidad virtual permite elaborar un juicio técnico y estético, de modo que su contemplación se aproxima mucho a la experiencia arquitectónica real.

Proyectos en sentido genuino, ya que acentúan la condición arquitectónica constructiva -construir: ordenar y enlazar-, y acentúan la dimensión formal de la arquitectura. Una arquitectura considerada en sentido estricto, entendida como representación de la construcción, es decir, una condición que no puede reducirse a la sola lógica técnica, sino que -al representarla- la trasciende. Extraño atributo que -más allá del abuso del término- caracteriza a solo una pequeña parte de los edificios y conjuntos urbanos que pueblan el planeta.

Didácticos, porque tanto su origen como su destino están vinculados a mi actividad didáctica dentro del proyecto de arquitectura. En efecto, su origen está en el propósito de proveer de materiales de proyecto a mis alumnos y a mi mismo. Unos materiales con los que abordar proyectos urbanos más complejos, borrando definitivamente la línea artificial que se ha ido dibujando entre la escala del edificio y la de la ciudad que lo acoge.

Al ampliar el ámbito de lo arquitectónico a la escala urbana, inicié un proceso en el que arquitectura y ciudad se estimulan y alimentan progresivamente: el proyecto urbano requiere disponer de edificios como material básico y el disponer de nuevos edificios propicia nuevas estructuras urbanas; y así, sucesivamente.

En la segunda mitad de los años noventa el ejercicio del proyecto debía desarrollarse en unas condiciones francamente enrarecidas: la práctica inexistencia de demanda arquitectónica -que paradójicamente correspondía a una creciente demanda inmobiliaria- puso en boga el concurso como modo de contratación. Sorpréndanme!, parecía ser el propósito implícito de las convocatorias.

La codicia cicatera de los promotores privados y la desorientación irresponsable de los públicos, unido a la progresiva burocratización de la práctica, convirtieron la profesión en una actividad basada en la gestión administrativa de unos pocos tópicos figurativo, en el mejor de los casos. Una actividad en la que el proyecto pasaba a ser, en realidad, un elemento prácticamente prescindible: solo necesario para perpetuar la ficción del "responsable arquitectónico"; en definitiva, para afianzar la imagen del "responsable penal" de la construcción.

En esas condiciones, decidí abandonar la profesión para dedicarme al proyecto de arquitectura. Para desvanecer la aparente paradoja, basta con diferenciar claramente lo arquitectónico de los procesos materiales sobre los que actúa, es decir, entender la arquitectura como atributo del edificio, no como el edificio mismo.

Los proyectos que siguen son el referente de los principios y criterios contenidos en mis libros, artículos, conferencias y clases, a lo largo de mas de cuarenta años dedicados a la reflexión teórica y la docencia: de nada me hubiera servido cuanto produje en esos campos, si no me hubiera permitido mirar y proyectar lo que ahora muestro. Las imágenes -proyectos, en si mismas- tratan de hacer evidentes los criterios de orden que animan y soportan la consistencia formal de los proyectos.

Acaso habría que aclarar que, en todos los casos, los proyectos han sido concebidos, modelados, llevados al render y "fotografiados" exclusivamente por mi. Esta declaración es un modo de asunción de responsabilidad y -lejos de verse como una exhibición de autonomía- me da pié para agradecer la ayuda de amigos y alumnos que me asisten en el manejo de los programas de ordenador con que trabajo.

He aprovechado la libertad que da no tener cliente para recuperar la sensatez en los programas y el sentido técnico constructivo de los procesos de formación. He tratado de mostrar como actuando subjetivamente sobre arquetipos formales esenciales se puede alcanzar un grado de universalidad similar al de la arquitectura clasicista; unos arquetipos cuya reverberación histórica los sitúa fuera del tiempo, siendo usados en cada momento según las convenciones estéticas del ciclo histórico en que aparecen. Arquetipos que -como no podía ser de otro modo- insisten en las grandes estructuras formales de ascendencia neoplástica que determinaron la mejor arquitectura moderna.

Los diferentes edificios se han elaborado, pues, como material de proyecto genérico, susceptible de ser usado en situaciones urbanas diversas. El emplazamiento en una manzana del ensanche barcelonés ha sido una operación posterior a su existencia como unidades autónomas: en realidad, quería verificar su capacidad de responder a una circunstancia caracterizada por la tensión entre la ciudad del siglo XIX -la ciudad de los ensanches- y la ciudad moderna, construida por la articulación de cajas, barras y torres.

Es evidente -por tanto- que lo que se trata de un proceso dinámico: el material que muestro crecerá, pues, en dos sentidos: en extensión, añadiendo nuevos proyectos vinculados a mi actividad, y en intensidad, con las revisiones derivadas de las eventuales "visitas" a los proyectos existentes.

Por ultimo, pero no por ello de menos importancia, quiero señalar que en cada proyecto he centrado la atención en aquello que me parece más relevante para su arquitectura. La inexistencia de planos responde al hecho de que todos los proyectos han sido construidos con programas de modelación tridimensional basados en la articulación de elementos constructivos corpóreos, no en representaciones bidimensionales del propósito: los documentos gráficos que se muestran son registros automáticos de una realidad ya existente, no documentos operativos o intencionales. La definición de los acabados y detalles tiene que ver en cada caso con su relevancia en el conjunto del proyecto.

No es un afán de realismo lo que me ha movido a plantear estos proyectos así, sino el profundizar en la construcción visual de la realidad y alcanzar el grado de verosimilitud suficiente para llevarla a cabo.

 

31-01-2014

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